¿25 años perdidos?

 No hace mucho tiempo celebrábamos el 25 aniversario del Referéndum mediante el que el pueblo español se dio a sí mismo la libertad democrática.

 En la sesión extraordinaria del Congreso de los Diputados a la que asistieron como invitados quiénes lo fueron en aquellas Cortes Constituyentes, vimos caras otrora familiares que el paso de los años ha ido dejando en el olvido. Si veinticinco años no eran nada en aquellos tiempos en que cruzar el charco llevaba semanas, la equivalencia en “unidades temporales” actualizadas a estos nuestros días, en que el mismo viaje se hace en cuatro horas, nos lleva a concluir que ya es mucho más largo el periodo democrático que los cuarenta años del régimen anterior; hemos vivido más acontecimientos en estos años que en ese periodo que casi lo dobla en hojas de almanaque. Pero no todo ha sido avanzar.

 Uno, que en los gloriosos años de inquieta lucha juvenil era joven pero no inquieto y mucho menos luchador, no puede por menos que hacer comparaciones entre lo que eran aquellos sueños y en lo que han quedado al despertar. Con la perspectiva del tiempo tendrán que darme la razón si digo que, como siempre, era más bonito el sueño.

  En aquellas fechas fueron muchos los que pasaron sus días de Carabanchel, sus porrazos de los grises, sus jornadas en el TOP, sus expedientes académicos o su Proceso 1001. Muchos eran los que luchaban contra la alienación, el alineamiento o el atontamiento popular para que sólo los elegidos tuvieran acceso al Poder por el camino del conocimiento. No todos podían estudiar, pero las dos mil pesetas que costaba la matrícula de la Universidad las podía pagar proporcionalmente más gente que ahora las trescientas, cuatrocientas o quinientas mil, aunque traducidas a euros parezcan cuatro perras. Y los libros de la escuela y el bachiller pasaban de generación en generación sin que hubiera que comprarlos cada año.

No digo yo que aquel tiempo pasado fuera mejor, pero sí que el pasar de aquél a éste no justifica la continua e interesada cantinela de que es el precio de vivir en libertad y democracia. Puede que ahora haya más libertad, pero está devaluada por la falta de ansias de la misma libertad. A cualquier hora la juventud de hace treinta años se iba a dejar embaucar por el Gran Hermano o la Triunfomanía, o iban a ser estrellas televisivas mentes huecas como las que ahora cobran millonadas por contar intimidades que no le importan ni a ellos mismos y que son un insulto a la inteligencia.

Quien se crea lo de la libertad comete un gran error. Sólo los chorizos disfrutan más que libertad impunidad. Los escándalos financieros dejan en taparrabos al celebérrimo Matesa que costó ruina y cárcel a más de uno.¿Cuántos se arruinan ahora tras ponerse las botas con algún pelotazo?. Y no preguntemos cuántos van a la cárcel, a quedarse, por el mismo motivo. La libertad está más coaccionada que hace cuarenta años. Las cosas no son como son, sino como dice la prensa que son. ¿Es libertad de prensa que lo que para El País es blanco sea negro para El Mundo?. Eso no es más que el imperio de la oligarquía, la deformación de la realidad en aras de unos intereses económicos que todolomueven. Y a los políticos les importa un pimiento el pueblo y la madre que lo parió desde el momento que ha depositado su voto, cada vez más mediatizado por el marketing y el marchandising político.

 Nada es lo que aquéllos que pasaron por Carabanchel, el TOP o el 1001 o corrieron delante de los grises o se dejaron la piel en una ventana de la DGS gritaban por las calles o escribían en los panfletos clandestinos. Lo lamentable es que los únicos que no han caído en esta ola de falsedad son los que se dejaron la piel, porque los que pasaron por Carabanchel, el TOP o el Proceso 1001 o corrieron delante de los grises son los que ahora podrían hacer realidad aquellos sueños de juventud inquieta y luchadora y, sin embargo, prefieren amarrar su presente y su futuro y olvidarse del pasado y terminar su discurso con los versos de Calderon: y los sueños, sueños son.

Pedro García - 2002