Lo ideal es enemigo de lo posible


Nuestra entrañable Noche del Niño resultaría un marco incomparable para escenificar la frase. Sería maravilloso, idílico, que a cada cuál nos llegase el Niño a casa a la hora apropiada para un ambiente perfecto y que todos y cada uno de los amigos y familiares que forman nuestro círculo pudieran reunirse en todas y cada una de las casas de todos y cada uno de los susodichos, mientras unas calles inundadas de gente desbordan alegría al son de una música ad hoc, cuando no ad libitum. Mas en este mundo hay dos clases de cosas, las posibles y las imposibles (¡et facta est lux!), y ésta es imposible. Y aún me atrevería yo a decir que cada año es más imposible.

 

Opiniones, interpretaciones o ideas de lo que era, es o debería ser esta peculiar celebración podríamos encontrar tantas como registros haya en el padrón municipal abaranero. Pero si el fondo y la forma son susceptibles de discusión, hay otro aspecto que por dondequiera que lo miremos necesita una renovación y es el que se refiere a la logística de llevar el Niño a las casas. Unos no ven necesidad de cambios porque dicen que en los últimos veinte años apenas ha aumentado el censo. Eso es cierto, tan cierto como que hace veinte años se tardaba la tercera parte de tiempo en llevar el Niño a esas casas. Hace cuarenta años salían tres Niños en sendos recorridos cuasi longitudinales desde la Iglesia a la casa de Fernando de Hoya y viceversa porque el pueblo era alargado. Ahora el pueblo se ha redondeado y los recorridos de los Niños no se acomodan a esta nueva estructura como antes a la antigua. Algún día habrá que estudiar el reajuste de esa logística hasta llegar, quizás, a la única salida interparroquial a hora temprana. Pero llegado ese día debería hacerse pausadamente, de una vez y para otro siglo, a disgusto de los menos si no es posible a gusto de todos y en la certeza de que no hay otro camino para que la tradición no quiebre.

 

Si pensamos que La Noche del Niño del Siglo XXI debe ser distinta a la del Siglo XIX, no basta con sustituir escardaos y botella de anís al son de zambomba y almirez por abundante cena amenizada por charangas festeras. Cada uno es muy libre de entender, reclamar y promover la Fiesta como mejor le parezca, en la seguridad de que nadie tiene la exclusiva de la verdad, pero pretender justificar el cambio en lo esencial en pos de los nuevos tiempos mientras se dogmatiza el inmovilismo de lo que es dinámico por naturaleza adolece de la lógica más elemental.

Pedroefe

Noviembre 2001