MADRID, ES MUCHO MADRID Llegué a Madrid el sábado, 13-M, a mediodía. Las pancartas, carteles, vallas y otros elementos de la impresionante manifestación del viernes seguían colgando de farolas, árboles e, incluso, de la fuente de Cibeles. En los balcones, crespones, banderas de luto, carteles de PAZ. Los coches, con lazos negros. El ambiente se notaba serio, pero también sereno. Madrid acababa de vivir la mayor tragedia de la historia del terrorismo en Europa. Pero Madrid es capaz de sufrir, y ser solidario, y ser valiente. Y en ese ambiente serio, se apreciaba la disposición a continuar sin flaquezas. A los que por circunstancias especiales vivimos fuera de esa ciudad la incertidumbre de las primeras horas del jueves y el dolor por la tragedia, recorrer sus calles nos hacía sentirnos, otra vez, seguros. Pero ese Madrid, escenario de las mayores bestialidades de ETA, el Madrid del 20-N, del 23-F, del 11-M, es, también, el Madrid del Dos de Mayo. Es el Madrid rebelde, que se despierta la tarde del sábado, 13 de marzo, para pedir la verdad. Ese sábado, que en condiciones normales hubiera sido la “jornada de reflexión” que marca la ley, en esos momentos excepcionales, marcados por la barbarie terrorista y la discutida gestión de la crisis por el Gobierno, se convirtió en “jornada de indignación”. El Partido Popular ha perdido las elecciones contra su propio pronóstico. Probablemente su actuación en la última y triste crisis haya influido en los votantes. Pero también es posible que su pertinaz actitud haya pesado más que su vitoreada aptitud, especialmente en lo económico. Se me ocurre que las últimas elecciones han sido un desahogo de la ciudadanía para librarse de aquéllos que se les han hecho especialmente antipáticos por su prepotencia. Es el precio que ha tenido que pagar Aznar por poner los pies sobre la mesa de Bush. Es el eco de aquellos millones de gritos ignorados contra la guerra de hace un año, que consideró antipatriotas y subversivos, que fueron ahogados por el despliegue de todo el poderío mediático, y que trágica y tristemente han necesitado de un drama para volver a las memorias. Es el “cambio” del euro del Ministro Trillo a la periodista. Es el testigo de que “no sólo de pan vive el hombre”. Es el rechazo a la exclusión “del otro” por causa de su diferente opinión. Es el castigo de la ciudadanía a la mala administración del poder de los que se van y el aviso a los que vienen de que por la misma puerta que se entra, se sale. Y no son ellos los guardianes de la llave. Tres millones de votos sin dueño ni señor pueden ir de un sitio a otro, según su conciencia del momento, sin esclavitud ni pleitesía de siglas. Si a esto hay que ponerle un nombre, no existe otro que el de madurez democrática. A pesar de la aceptación oficial de los resultados, resuenan las acusaciones sobre sus causas y causantes, aireadas por los “moldeadores de opinión” –spin doctors, made in USA-, seguramente formados por especialistas en dar la vuelta a las cosas –traducción del término anglosajón- ofrecidos por los americanos, probablemente, como una de las contrapartidas del abrazo de las Azores. Entre todas, los argumentos de la ex Ministra de Cultura son una bofetada a la democracia. Considera impropio que participe “gente que nunca ha participado”, esa gente que quieren tener a su disposición para ser contados, pero sin que cuenten. ¿En qué quedamos?. ¿No decíamos todos que la mejor respuesta al terrorismo eran las urnas?. ¿O depende de la papeleta?. El
PP ha perdido 680.000 votos. Los resultados de Madrid difieren poco de
las Autonómicas, los de Murcia son un calco de los anteriores; en
Valencia, Asturias y Navarra las diferencias son mínimas. Los de Cataluña,
Aragón y Andalucía –determinantes en el vuelco- estaban previstos
por las mismas encuestas que decían que un 56% de los ciudadanos
deseaban el cambio de Gobierno. Con estos antecedentes, las palabras de
Alvarez del Manzano son tremendas. Los que han cambiado su voto –“si
es que alguien lo ha cambiado”- son muchos de los que salieron a la
calle con un “No a la Guerra” –intencionadamente mal calificado de
“pacifismo ñoño”- que significaba nuestro convencimiento de que no
era, ni es, el camino contra el terrorismo. Y lo único que ha hecho el
atentado ha sido confirmarlo, trágicamente, en nuestras carnes,
haciendo ver a los que se conformaban con su grito que cuando se tiene
voz y voto no basta con alzar la voz. Y eso desmorona los argumentos de
Bush -el que busca las ADM bajo la mesa de su Despacho Oval, entre las
risas de sus incondicionales- y sus aliados, porque tras su guerra,
puramente estratégica y económica, el mundo no es más seguro y el
terrorismo sigue campando, globalizado, por sus fueros. Si
ahora -dicen- ha ganado Ben Laden las elecciones para el PSOE, si
hubiese sido, realmente, ETA la asesina de los mismos muertos, ¿quién
las hubiera ganado para el PP?. ¿Artapalo, quizás?. Uno y otro
postulado son absurdos. Razonar sobre la base del terrorismo, es suponer
racionalidad a lo que es irracional en su esencia. Podríamos
estar años discutiendo el por qué de los resultados y sus
consecuencias, confrontando el criterio de los que hemos sido
adoctrinados y manipulados por poderes fácticos con el de los
iluminados poseedores de la verdad, pero lo único claro es que casi
once millones de españoles han elegido a unos y casi diez a otros. Y la
triste realidad de estos números es que diez millones de españoles
desconfían de unos –por quiénes son- y once millones de españoles
no se fían de los otros –por cómo son-. De cualquier manera, los que
han disfrutado la aritmética de la democracia en las maduras, ahora la
tienen que sufrir en las duras, y viceversa. Pero, por encima de todo,
lo importante es mirar hacia delante. Unos con más esperanza que otros,
otros con más pesimismo que unos. El tiempo lo dirá, y dentro de
cuatro años volverán a hablar las urnas. Hasta entonces, unos tienen
que administrar la confianza que han recibido y cumplir sus compromisos.
Otros harían bien en sacar conclusiones del fracaso, que enseña más
que las victorias, y terminar con la crispación que nos ha envuelto los
últimos años, para que no nos separe la diferencia de criterio,
respetable y respetada en una sociedad realmente democrática. Paradójicamente,
ha ganado la izquierda a un Partido Popular que, desde que alcanzó el
poder, define orgullosamente España -que es de todos, y no una marca
registrada- como “un país de centro”. Pero no hay motivos ni para la sorpresa ni para
modificar ese criterio. El Partido Popular ha
acertado plenamente en su definición de España. Sólo se ha equivocado
en su definición de “centro”. |
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EL MAS FUERTE Y PODEROSO
Cabalgaba
arrogante un caballero en su enjaezado rocín, cuando se interpuso en su
camino un niño que jugaba en mitad de la vereda. -
¡Aparta, muchacho!. ¡Deja paso al más fuerte y poderoso! -
bramó el jinete. -
¿Y cómo sé que eres tan fuerte y poderoso como dices? - le
preguntó el niño. -
Ponme a prueba. -
¿Ves esa gruesa rama? -le indicó el niño, señalando con el dedo-.
Si eres el más fuerte, córtala de un tajo con tu espada. Desenvainó
el caballero su tizona y, ¡zas!, rodó la rama por los suelos. - No cabe duda: eres el más fuerte de los hombres que conozco - exclamó el muchacho-. Ahora, si eres tan poderoso como dices, vuelve a poner la rama donde estaba. (1) |
LOS TRES INGREDIENTES DE UN BUEN GOBIERNO
En
cierta ocasión, un discípulo le dijo a Confucio: ¿Cuáles son los
tres ingredientes fundamentales de un buen gobierno?. -
Alimentos, armas y la confianza del pueblo, -
respondió Confucio. -
Pero, si tuvieras que prescindir de uno de los tres, ¿de cuál
prescindirías?. -
De las armas. -
¿Y si tuvieras que prescindir de uno de los otros dos?. -
De los alimentos. -
Pero, sin alimentos - se
extrañó el discípulo- la gente moriría. - Desde tiempo inmemorial, la muerte -dijo Confucio- ha sido el desino de los seres humanos. Pero un pueblo
que ya no confía en sus gobernantes, está verdaderamente perdido. |
(1) De "La Oración de la Rana". A. de Mello S.J. |